¿Por qué estudiar Pedagogía?
“La enseñanza debe ser por la acción. La educación es la vida, la escuela es la sociedad”: John Dewey.
El mundo de las tecnologías de la información ha cambiado el rostro del ámbito cotidiano. El fenómeno de la “globalización” no puede detenerse ya.
Por tanto, la importancia de la Pedagogía es insoslayable. Significa, en pocas palabras, la esencia del proceso educativo. De ella emanan los conceptos epistemológicos que se aplican en el aula escolar, con el objetivo de formar a alumnos bajo la influencia de un sentido crítico y participativo.
El pedagogo crea un estudiante crítico, que aprende a disentir o a discrepar a través de líneas discursivas retóricas, que integran discusiones fértiles para llegar a un objetivo común.
Sabemos que el proceso de enseñanza-aprendizaje es dialéctico; comprende diversas etapas que van concatenadas: una origina la otra; le da pauta y marca el camino a seguir.
El docente, en el plano actual, es un ser pensante, que requiere de un cúmulo de apoyos didácticos en el ejercicio de sus capacidades frente a las nuevas generaciones, que siguen convirtiéndose en autodidactas.
Los desafíos son interminables; se renuevan a medida que las tecnologías se inmiscuyen más en la educación.
El desarrollo del conocimiento no sería tal sin una serie de estructuras gnoseológicas, que deben de ir encaminadas a reforzar el modelo educativo. Si éste se detiene, la formación académica se volvería innecesaria, casi irrisoria.
Por ende, se necesita que se amplíen los medios de evolución en el binomio educador-educando. Si bien las herramientas técnicas son indispensables, éstas no pueden sustituir jamás al mentor.
El profesor es un guía en las tinieblas, quien contribuye a mitigar la ignorancia. Esa dicotomía continúa siendo vital, no ha perdido vigencia.
Entre ellos (maestro y alumno) se despliega una retroalimentación incisiva, la cual se dilata hacia las diferentes esferas de la ciencia (ciclos interminables).
La herramienta “más poderosa” que “Dios nos dio”, expresa el filósofo alemán Martin Heidegger, es el “lenguaje”.
Así, el docente instrumenta su cercanía con el educando mediante las palabras habladas, reforzándolas con el habla no-verbal. Entiende bien que todo comunica: desde la voz, los gestos hasta la estructura ósea. Hay, por tanto, vocablos hablados y silentes. El ser es un conjunto de expresiones.
Cada enunciado -que surge de la voz o el cuerpo- define y delimita; o sea: enlista, propone una taxonomía (orden) y propicia una nomenclatura (axiomas). Nombra y crea argumentos.
Gabriel García Márquez, uno de los precursores del “realismo mágico” en sus novelas y cuentos (Premio Nobel de Literatura en 1982) consideró imprescindible poner énfasis en el contexto. No es posible confundir “revólver” con “revolver”.
En ese sentido, se requiere evocar el pensamiento de Émile Durkheim en torno a la historicidad de la pedagogía. El análisis pormenorizado de los múltiples periodos de esta ciencia, nos permite reencauzar el aprendizaje.
La absorción del conocimiento no es una moda, ni una postura ante lo inevitable. Es una forma de vida que no cesa. Cada día despejamos zonas de ignorancia.
La didáctica está en nuestra información genética.
Colegio Nacional de Integración Profesional, S.C.
Autor: Juan Lagunas Popoca
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